Relato 1
Una habitación a oscuras.
Un
escalofrío me hace despertar, un espasmo, un relámpago que me recorre el cuerpo
de abajo arriba. Cuando abro los ojos sigo en la oscuridad, no veo nada,
absolutamente nada.
Deduzco la
noche, deduzco también que estoy en cama, y que lo más seguro es que un mal
sueño me haya despertado de pronto.
Es poco a
poco cuando comienzo a imaginarme las formas oscuras y sinuosas de una
habitación. Bultos informes de ropa, cosas colgadas de una pared que una vez
fue blanca. Manchas oscuras que se retuercen en sombras vacilantes como rostros
que me miran desde un más allá. Siento temor.
Es en ese
momento cuando intento darme la vuelta por primera vez, y no puedo. No puedo ni
mover un músculo. Un extraño presentimiento me invade, como esa sensación de
estar siendo observado desde ese otro ángulo que no puedo observar ni en
sombras. Es como saber que si miras encontrarás algo que no quieres ver.
Ya me
imagino un ser de luz con mirada intensa y siniestra observándome, llamándome
en susurros. No quiero mirar, pero no puedo evitar intentarlo. Es como una
tentación demasiado grande.
Lo intento,
sudo,..., lo vuelvo a intentar. Un momento de vacilación.¡¿Qué me pasa?!
Intento
entonces pensar en otra cosa, en algo que pueda recordar, algo que quizá me
haga conciliar de nuevo el sueño. Sí, eso sería estupendo, poder dormir y
despertar cuando la claridad del día espante mis fantasías nocivas. Cierro los
ojos intentando entonces controlar los latidos sordos de mi corazón.
Apenas
segundos después, o al menos eso me parecen a mí, me despierta un leve crujido.
Débil, pero lo suficientemente audible para hacer que vuelva a abrirlos como un
par de faros en la oscuridad.
Hay algo
ahí, lo siento, oigo como respiraciones, ¿o es la mía? Siento mi agitación,
intento entonces taparme, cubrirme con la sábana, pero... No, sigo sin poder
moverme. Nada, ni un músculo.
Lo achaco
al nerviosismo, a esa irracional fuerza que nos paraliza sin un motivo
aparente. Intento entonces calmarme, vuelvo a reducir mis pulsaciones, a
recordar las cosas bonitas que rodean mi día a día. Sí, quizá así pueda volver
a dormirme. A veces funciona así, cuando menos te lo esperas te duermes y
cuando despiertas al sol sólo recuerdas la leve agitación de la noche anterior.
Recuerdo notas
de música, gente riendo, es lo más cercano a ese mismo día que acaba de
terminar. Una sensación de liberación, la sensación de estar en el lugar exacto
y en el momento oportuno. Un viaje, quizá una disculpa y...
Otra vez
ese ruido, es como una provocación, creo que va dirigido a mí. Y también parece
que proviene de ese punto muerto a mi espalda. El sudor comienza a agobiarme, y
el sueño una quimera. Sólo espero que algo pase, que algo salga de la oscuridad
como un relámpago y acabe la incertidumbre que me consume por dentro. Pero no
ocurre nada.
Daría lo
que fuera por saber la hora, por poder moverme, aunque sólo fuera para cambiar
la posición. Es algo que comienza a hacerme perder la razón. Ignoro si han
pasado minutos, horas, … Ignoro si duermo con alguien o no.
Sí, puede
que también sea eso, alguna chica, alguien que emite ese sonido que escucho a
mi espalda. Lo malo es que no recuerdo nada, y debería. A no ser que el
alcohol...
Esa sería
la mejor explicación, una noche de música, una noche loca, y quizá hasta alguna
droga. Puede que eso resuelva el misterio de mi parálisis repentina. Sí, debe
de ser eso. Y también explicaría el hecho de no recordar nada. Algunas drogas
pueden provocar una amnesia sobre algunos hechos, y puede durar horas. Creo que
lo único que he tenido es un mal despertar debido a una tremenda resaca.
Decirlo en
voz alta me ayudaría, pero no consigo ni mover los músculos de la cara, no
puedo hablar. Sólo escucho mis pensamientos una y otra vez, estos no paran.
Estos son los que no me dejan dormir. Y lo necesito. Quiero verme ya en el día
siguiente. ¡Por favor, que pase el tiempo! ¡Quiero dormir!
Cierro los
ojos con fuerza, intento no pensar en nada, pero al poco vuelvo a escuchar ese
leve roce. Algo que no me deja en paz, algo que en cuanto me doy la vuelta
reclama mi atención.
Los vuelvo
a abrir. ¿Qué más da ya?
Me fijo
entonces en esas sombras, las observo tan detenidamente que me parecen que
cobran vida.
No sé si es
mi imaginación o no, pero se agrupan entre sí para formar figuras más
complejas. Parece como uno de esos juegos de sombras chinescas. Pienso por un
instante que si me concentro en este absurdo juego eso me adormezca, quizá
evite el nerviosismo que seguro no me deja dormir. Pero pasa el tiempo y no lo
consigo.
Pienso
entonces en el mañana, en ese día siguiente que estaré cansado, que me
arrastraré como mi cuerpo no descanse lo que debe. ¿Qué hora podrá ser?
¡¿Cómo
puedo estar tan agobiado?!
Ahora
siento frío. ¿Cómo se puede tener frío y estar sudando al mismo tiempo? Es
absurdo, al igual que todo lo demás.
Debo
moverme, lo necesito. Nada es peor que el agobio de no poder...
Un
pensamiento cruza entonces mi mente... ¿Y si estuviera muerto?, ¿y si eso es lo
que pasa cuando uno muere? A decir verdad estoy solo con mis pensamientos. Por
lo que a mí respecta no existe nada más, ni siquiera mi propio cuerpo.
¿Y si ya no
tuviera cuerpo?
Eso
explicaría que no pueda moverme.
No, tonto,
no explica el resto de cosas. Al no tener cuerpo debería ser más fácil no más difícil.
¿Y el sudor?
No,
descartado. Aunque esa idea me hubiera gustado.
¿Qué más
opciones quedan? ¿Qué me haya quedado como un vegetal? Eso sí que no podría
soportarlo. Si fuera así, que me maten por Dios.
¡Ya listo!,
¿y cómo lo vas a decir si no puedes hablar ni escribir, ni moverte siquiera?
¡Ojalá no
sea eso!, es como morir encerrado en tu cuerpo. Un muerto en vida. Sería
horrible.
Ese último
pensamiento me deja hecho polvo, puede que incluso esté llorando, ¡cómo
saberlo...!
Un
momento... Las sombras cambian, un leve tono más claro. Sí, parece que está
amaneciendo. Sí, debe de ser eso. ¡Por fin!
Mi ilusión
se desvanece tan pronto como llega. La oscuridad recupera su terreno. Pero,
¿qué ha sido eso? Debe de ser algo, al menos es un cambio, y un cambio no es
malo. ¿O sí?
Pasan
varios segundos, o al menos eso creo, y ya no se escucha nada, absolutamente
nada. Podría ser esa otra persona, espero que una mujer atractiva, que duerme a
mi lado. Sí, y supongo que se ha dormido profundamente, que ya no cambia de
posición, que no se roza con la sábana. Debe de ser eso.
¡Por Dios
me vuelvo loco con conjeturas y más conjeturas! Quiero despertar, o dormirme.
No sé, ya no sé ni lo que digo.
La mañana
lo aclarará todo, sí, y seguro que entonces me reiré, y espero que en compañía
de esa persona que duerme a mi lado.
¡Qué
envidia me da ahora! El hecho es que no recuerdo lo que se siente al dormir.
Debe de ser maravilloso.
Un
momento... ¿Y si esto fuera un sueño?, ¿y si en realidad estoy durmiendo y esto
no deja de ser un mal sueño?
Eso
explicaría el hecho de no sentir nada, de no poder hablar, de no poder moverme.
Vuelven
esos ruidos, sonidos que me incitan a darme la vuelta. ¿Qué está pasando?
Me
concentro de nuevo en las sombras, en que vuelven a estirarse, en que algo
vuelve a cambiar. Es curioso que la imaginación puede hacer el resto. Si no
fuera porque me parece imposible diría que hay una especie de monstruo gigante
amenazándome a mi espalda. ¡Qué absurdo, ¿verdad?!
Me imagino
mil cosas a mi espalda. Cuando pienso en una la siguiente se me cruza por la
mente, la sustituye, se escurre, llega otra... y vuelta a empezar. Es una tarea
en verdad frenética y muy agotadora. Llega la mañana, ese es mi pensamiento.
Después se me ocurre que pueden aún quedar horas. ¿Cuánto habré dormido hasta
que desperté...? Imposible saberlo.
El sonido
se me hace audible, un rugido como de animal, y un destello fugaz. Sí, es una
luz, como una burbuja rápida y veloz que cruza la pared de la habitación. Me
quedo mirando su eco como forma de un cuadro mal acabado.
Ya no sé si
es miedo lo que me atenaza la garganta. No, ¡qué estupidez!, no siento la
garganta. De hecho sólo soy mente. Ni siquiera estoy seguro de estar observando
con ojos reales. Es algo como mucho más subjetivo.
Vuelve la
luz como a ráfagas una y otra vez, creo que incluso tiene un patrón de aviso.
No estoy seguro, pero podrían ser como coches que circulan a una distancia
equidistante uno de otro y cuyo reflejo se plasma en la pared.
¿Hay alguna
ventana detrás? A decir verdad no recuerdo del todo mi habitación. Mis
recuerdos son muy inconexos. Sí recuerdo un día de luz natural y una ventana
grande, enorme. Desde dicha ventana se observaba un árbol grande y un jardín
medio abandonado. ¿Estoy en esa habitación?
Ni siquiera
me he planteado mi edad. Puedo ser sólo un niño, muchos de mis escasos
recuerdos me llevan a pensar eso, pero también podría ser un adulto, un padre
de familia que tiene hijos, un marido que duerme cada día con su mujer. ¿Son de
ella esas respiraciones? ¿O son las mías?
¡Atención...!,
llega otro cambio, las formas cambian. Creo que empieza a haber más luz en la
habitación, creo que las sombras se hacen más claras. Es la mañana, sí, estoy
seguro.
Oigo una
voz, o lo que me parece una voz. No estoy seguro del todo porque creo que no
recuerdo haber escuchado algo semejante. Me retumban los sentidos, me siento
abrumado por la sensación de estar rodeado de personas que me observan con
curiosidad. Y me pregunto... ¿por qué tengo conciencia si no sé compararla con
algo tangible de mi memoria?, ¿qué sé yo sobre lo que es real o producto de mi
imaginación?
¿Y de dónde
procede esa imaginación?
Intento
cortar toda relación con ese momento, con esa realidad. ¿Cómo se pueden cerrar
unos ojos si ni siquiera sabes si los tienes? Es algo en verdad horrible. Y
empiezo a ser consciente de que jamás sabré nada. Es como si viviera en una
pesadilla perpetua.
Es entonces
cuando empiezo a escuchar una algarabía difícil de explicar. Es como un
conjunto de voces solapadas unas con otras. También el chirriar de unas puertas
que parecen abrirse poco a poco. Y un golpe sordo. Ese golpe coincide con una
luz potente que se refleja en la pared que observo desde hace... ¿horas?
Es una luz
que no parece natural, es más bien como un foco de procedencia eléctrica.
Intento
conservar la calma encogiéndome sobre mí mismo. Tengo miedo, tengo pánico de
que esto sea el final de algo. Y entonces ocurre lo peor.
Siento como
si me cogieran por detrás. Unas manos inmensas me estrujan el cuerpo, me
levantan inerte. Siempre mirando hacia esa pared, que observo sin reconocer
como mi dormitorio. Es algo carente de vida, de muebles, de estructuras. Y yo
me elevo como un trapo que alguien recoge del suelo.
Salgo
entonces a la luz, me daña la visión, y sí... No puedo decir ojos, porque no es
como recuerdo haber visto con ojos, es más bien como esa luz que definen los
que llegan al otro lado, a ese otro mundo que se vislumbra más allá de la
muerte. Ahora creo que ya no tengo duda, estoy muriendo, estoy traspasando el
umbral.
“--Sergio--,
dice una voz de mujer, --¿qué hago con este muñeco? No puede seguir más
tiempo en el armario. Tengo que meter vuestra ropa.”
“--¿Qué
muñeco?--, contesta un niño de unos 14 años entrando en la habitación, --Ah,
ese--, dice con un gesto despreocupado. --¡Bah, tíralo!, es de cuando
hice la comunión, un regalo del tío Andrés.”
“--Tal
vez...--, dice la madre con el muñeco entre las manos, –No sé, tal vez
quisieras conservarlo como recuerdo de tu tío. Hoy mismo hace cinco años que
murió.”
Sergio
se da la vuelta sin querer decir nada, pero antes de desaparecer por completo,
da media vuelta y se queda mirando al muñeco y a su madre.
“--Tienes
razón mamá. ¿Hay sitio en el trastero?”
“--No,
ahí no. Pero ya sé dónde lo guardaré. Esta casa tiene tres altillos estupendos
y sólo dos están ocupados. Así no molestará por cualquier lado.”
El
chico se lo agradece a su madre con una sonrisa, antes de irse a la calle. El
muñeco queda apilado junto a montón de ropa que la señora acumula para llevar
al altillo.
Nadie lo vislumbra,
pero una mirada de pánico cruza por un momento su rostro hecho de goma y
plástico.